jueves, 29 de mayo de 2014

Reflexión del bloggero Mr. Sinverguenza sobre Palabras desvestidas


Palabras Desvestidas




Por Mr. Sin verguenza
Desvestirse, desvestir, ser desvestido son todas acciones que parecieran concentrarse en el fin que buscan más que en el medio a través del cual lo obtienen, lo que nos hace dudar sobre el paradójico rol de la moda y la verdadera intención oculta tras la metamorfosis de las vestiduras a través del tiempo. ¿Se piensa la moda como fin en sí misma, o son las prendas epítetos de la belleza del cuerpo humano?
La ropa modifica, ciñe, curva, aplana, asfixia y repropone nuestro cuerpo  mientras lo evidencia, lo enmarca, lo exalta, lo expone y lo descubre. El gran dilema entre la tela y el cuerpo siempre ha estado enfocado en qué tanto cubrir y qué tanto mostrar, en qué ocasiones y en cuáles no; qué partes muestra o encubre cada género, a qué edad es adecuado exhibir o ocultar de la misma manera que la irreverencia se le atribuye a la juventud y la sabiduría al paso de los años.
Sin embargo hay quienes consideran que entre la sinceridad de la espontaneidad y la pulcritud de la premeditación hay una voz presta a hablarnos de un mundo subestimado e idolatrado, víctima de sacralización e iconoclastia en el que las historias se escriben con costuras invisibles sobre una variedad infinita de tejidos.
Quien dijo que el amor se le hace a las mentes y no a las personas estaría de acuerdo conmigo al afirmar que las palabras también se desvisten y lo hacen conscientes de la importancia de las prendas que portan, no en una habitación idílica a la luz de una chimenea, sino bajo el crepitar del blog de los alumnos de Mercadeo y Comunicación de la moda de LaSalle College de Bogotá.
 Hablar de moda es a veces tan complejo como hablar de metafísica. Existe para ser tomada literalmente o para evocar; para ser interpretada o para persuadir, debería gozar de libre lectura o someter a un mensaje unívoco. Esta ambibalencia invita a pensar en el espacio y el papel que ocupa la moda en nuestra realidad más inmediata. Catalogada de oficio menor o labor industrial, hasta como espejo de la mentalidad de una época y la sublimidad más contemporánea y portable del arte, la moda nos habla.
Los análisis históricos y sociológicos hablan de ella desde una necesidad tan básica como la de cubrirse o protegerse de las inclemencias del clima, hasta considerarla la consumación máxima del lenguaje corporal con todos sus manierismos, ademanes, gestos y códigos engalanados en pos del principal propósito de reflejar poder y manifestar control sobre el elemento más preciado y poderoso que poseemos: nuestro cuerpo.
De su estudio se han ocupado la gran mayoría si no todas las ramas de las ciencias humanas: la sociología, la antropología, la psicología, incluso la filosofía, evidenciando que, por más que se le quiera catalogar como un tema superfluo y banal, esta percepción no podría estar más alejada de la realidad, entre muchas cosas por su vínculo con nuestra corporalidad y nuestra expresión.
Para quienes hemos sido seducidos por la moda y mantenemos una relación íntima con ella sabemos que es sinónimo de hedonismo y de abstinencia, de tradición y de vanguardia, de placer y sufrimiento; para los que logramos verla de esta manera, la moda se convierte en un poderoso indicador que nos cuenta mucho más que el mood de una temporada.
Subestimada, ha sido adjetivada como frívola por quienes no tienen la capacidad de hilar más fino y de ver tras sus velos algunos de los puntos más críticos de la historia, la síntesis de la manera de pensar de una sociedad y los códigos comunales que unen y separan a los individuos.
Valorada, en este blog se nos presenta como un sujeto de estudio, como una fuerza creadora y un medio de reflexión en el que su aura mágica cae al suelo como un majestuoso desabillé que lentamente la va dejando ante nosotros desnuda. Cada palabra, cada insinuación, cada confesión invita a sus lectores a presenciar la manera en que los distintos autores, en su mayoría estudiantes de Mercadeo y Comunicación de la moda, la van descubriendo entre sus prendas. Ella, musa de miles y amante tan pasional como racional, se transforma en una aspiración camaleónica que encarna a Diana Vreeland en su visión de Vogue, muta en Andrew Bolton y en la sublimidad de sus exposiciones, revive a Magda Goebbels y el lado más fashion del Führer , se apersona de Geoerge Plank y vuela libre en las alas de sus ilustraciones. Ahora se toma a Mr.Sinverguenza para hablar sin tapujos y enseñarnos que siempre habrá una manera distinta para desvestirse.

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