viernes, 13 de diciembre de 2013

jueves, 14 de noviembre de 2013

Aventura Japonesa… A 200 Km/h


Por Mariana Botero

En este instante me resulta difícil creer que estoy viajando desde Kyoto hacia Tokyo a 200 Kilómetros por hora para una editorial, cuando hace poco tiempo era apenas una joven de 23 años a la que Diana le decía “Veruschka, vas a oír de mí”. Quien creería que hoy estaría acá, después de que Vreeland, siendo una mujer tan crítica, me hubiera escogido para este proyecto. Es cierto que Diana critica todo, por ejemplo, no le gustan las cosas asimétricas, no le gusta el pelo partido de lado, siempre tiene que ser partido por la mitad, lo mismo pasa con la ropa. Y otra cosa, siempre tiene que hacer la observación, “Veruschka, no mires hacia el espacio, tienes que parecer feliz ahora”. A pesar de las diferencias, me alegra saber que Diana todavía me tiene en cuenta para trabajar en la revista Vogue, cuando modelos tan exitosas como Claudine Buchanan, Lauren Hutton y Twiggy han posado para sus páginas.  
Diana es una persona con la que siempre he tenido conflictos, creo que se debe a que las dos pensamos igual y queremos tener el control sobre todo, una especie de competencia. Al final ella siempre tiene la razón ¿Por qué? Porque ella es la editora y yo solo soy su modelo, la que según ella “hace fotos increíbles para la revista”.
Llegamos a Yuzawa, el lugar donde esta aventura finalmente tendrá forma, no es momento de criticar la manera de trabajar de Diana Vreeland, porque lo que ella sí ha hecho es apoyarnos y estar ahí para mí y para las demás modelos. Si no fuera por ella no estaría parada hoy aquí frente al viento frío que llega desde Manchuria, en la nieve, en esta sesión de fotos a la que Diana ha querido llamar “La Gran Caravana de Pieles”. Todo este proyecto que surge con la idea de Diana de incluir en la revista contenido más global, y estoy completamente segura de que esta editorial será todo un éxito, pues nunca antes se ha visto que una sesión de fotos se haga en otro país, una idea que admiro de Vreeland.
Empieza la sesión de fotos y todo es increíble, el sitio, la nieve y la altura de este hombre que se encuentra parado al lado mío… sí, este japonés que parece medir dos metros y que no cabe ni en los zapatos que fueron escogidos especialmente para él. Lo cierto es que ambos hacemos parte de un romance que Diana inventó,  en el que yo me enamoro de él, el hombre japonés, algo que me resulta interesante.
Parece que fue ayer cuando Diana le decía a su asistente, “Va a ser una caravana de pieles, necesitamos tener pieles hechas para Veruschka”, todo se me hacía tan irreal y lejano y ahora todo está sucediendo. Pero hoy, aquí parada en la nieve que me llega hasta los tobillos, vestida con una capa de pelo de lobo que se extiende hasta mis rodillas, unas botas, un silenciador y unas manoplas cumplo mi sueño de hacer parte de este proyecto tan grande en el que la señora Vreeland me incluyó. Diana hubiera podido escoger a alguna de las otras modelos: a Lauren Hutton, con su ideal de belleza americana, o a Twiggy ,con su pixie cut y sus hermosos ojos. Pero no, me escogió a mí y eso me hace sentir orgullosa. Todo resulta bien, en mi opinión la sesión está impecable, sólo me queda satisfacción por el trabajo que acabo de cumplir.
De esta aventura sólo puedo reafirmar que la señora Vreeland tiene un sentido diferente de lo que son los sesentas y es muy apegada a su visión, quiere tener la primera mirada sobre todo y su estilo es conocido por ver las cosas de manera diferente y tener el control. Esta es la primera vez que las modelos nos volvemos personalidades, un tiempo de grandes metas, de reinventarse… así como lo hacemos día tras día durante este camino, con la ayuda de la editora de la revista Vogue, Diana Vreeland.











martes, 5 de noviembre de 2013

El anuncio de mi despedida

Por: Laura Aristizábal

En medio de este gran salón mis recuerdos empiezan a vagar sobre esa imponente fuente donde ahogué todos mis miedos. Aquel viejo carrusel que al son de la música me envolvía en un cuento de misterio y aventura. Estaban allí  las escaleras, claro, esas escaleras y los antiguos ascensores que siempre me recordaron el camino hacia la cúspide del éxito. No puedo olvidar ese pasillo de hotel que con tantas puertas secretas quiso medir mi audacia, a la que mi instinto y yo no le temíamos, pues siempre sabíamos cual era la puerta indicada, aquella que nos llevaría por el camino correcto. Se encuentra allí ese imponente reloj al que miro con nostalgia, el reloj que marca las horas en  retroceso recordándome el poco tiempo que me queda en este cuarto oscuro y lúgubre, donde vienen a mi mente los buenos tiempos y donde hoy será el cierre de uno de los capítulos más importantes de mi vida. Toda la escenografía que marcó mi historia y que hoy quise recrear está lista. Los invitados empezaron a ocupar las graderías y entre murmullos especulan sobre el espectáculo que verán esta noche.

En una cálida desnudez y con el monograma que tantas veces rediseñé, sale la primera modelo a la pasarela dando así inicio a mi gran espectáculo. Esta vez mis modelos se vestirán de plumas, las plumas de aquel pavo real que marcaban la llegada de la primavera. Algo extraño sucedió en esta escena, el luto que invadió el cuarto se vio también reflejado en los diseños, el color negro se apoderó de pies a cabeza de mi colección dándole un estilo gótico. Pero, esperen un momento, no podía dejar a un lado mi espíritu libre, así que decidí  darle un toque juvenil y de rebeldía a esta colección, unos cuantos jeans de los que colgaban cadenas lograrían combinarse con la elegancia y la sutileza de las transparencia, los encajes, los flequillos, las pequeñas carteras en cuero y los bordados con estilo barroco en pedrería que adornaban chaquetas, vestidos y pantalones. Al finalizar el desfile entre aplausos y admiraciones llegaba la hora de mi salida a escena para el cierre del evento, con  lágrimas en los ojos, inundado de tristeza pero a la vez con miles de sueños por cumplir, anuncié mi partida de la firma Louis Vuitton para la que había trabajado durante tanto tiempo dejando el alma, la inspiración y mi pasión por el diseño.


Este es quizás mi adiós para siempre como director creativo de la marca, espero mi legado siga en pie, aunque yo me encuentre haciendo mi propio camino.




martes, 27 de agosto de 2013

Revista ID






La diva de divas

Por Alejandra Martínez

Otra vez, devuelta en Londres, la hora del té y la realeza se pueden sentir en el aire, definitivamente no hay lugar como la casa de uno. De repente oigo mi nombre entre la multitud del aeropuerto, Señor Knight por acá, me volteo y veo a mi querido chofer Philip, por favor llévame directo al set, que hoy me complace fotografiar a la diva de divas, la señorita Sara Stockbridge, y no se imagina lo emocionado que estoy. Después de un silencio y entre risas empieza mi camino. Devuelta en I-D Magazine, saludo a todo el equipo de producción que me acompañará el día de hoy, pero como es costumbre ¿quién falta? Nada mas y nada menos que la misma Sara, típico, probablemente sigue de fiesta en Astoria, suspiro y pienso que definitivamente es mucho amor por la fotografía para soportarme esto. Mientras pasa el tiempo camino por las oficinas de la revista, en las paredes se puede ver mi vida plasmada, los colores de mis portadas y las modelos que pasaron por mi lente. Me tropiezo con la Pop issue, Abril del 87, la belleza de Grace Jones aún me sigue deslumbrando, siendo una portada en blanco y negro los colores que Jones le pone a la vida en cada momento y que le puso a esa sesión iluminaron la portada y siguen iluminando mis días. Continúo mi recorrido por los corredores cuando veo a alguien saludándome desde lo lejos, no lo puedo creer, la estrella de las estrellas, mi queridísima Sherron. Aunque la fotografíe hace 3 años definitivamente la edad no le pasa. Esa piel morena sigue perfecta, arrugas en su piel ni una, me abraza emocionada y nos sentamos a hablar, mientras me está resumiendo estos tres años en una taza de té pues son las 5 de la tarde, me transportó a su portada, locura y expresión es lo que se me viene a la mente, aunque bueno en realidad esa portada son los años 80 fotografiados: el juego de colores en el pelo, la transformación de su melena oscura a un anaranjado chillón entrenzado con toques de rojo, ya sé qué pueden estar pensando, payaso total, pero ante mis ojos es moda en su mayor esplendor. Los 80 se veían en la explosión de creatividad, la cantidad de escarcha que reemplazó su piel, esos labios color morado y su mano color fucsia agrupó todo lo que uno veía en la vida nocturna de Londres. La liberación, la felicidad que irradian las calles, los neones, el New wave y hasta el goth, se unen en un solo furor, y eso es lo que siempre busco expresar en mis portadas.  Me devuelvo al té con Sherron, terminamos nuestra conversación y camino de vuelta al set, frustrado por la impuntualidad de las personas, como ingles que se respete. Pero a lo lejos escucho unas puertas cerrar y unos tacones corriendo, preparo todo mi equipo, y a mi equipo, cambio mi cara de fotógrafo mal humorado y sale una sonrisa extrema al ver a mi modelo, puede que sea una fiestera y una diva, pero la belleza de Sara Stockbridge te puede quitar cualquier rencor que tengas. Ella se sienta rápidamente en la silla de maquillaje y de lejos me da una sonrisa que me mata, escucho los relatos de la maravillosa noche que tuvo, la gente que se encontró, los bailes y los viajes que hizo por su recorrido por los bares mas prestigiosos de la ciudad, Austoria, The Blitz y Heaven, bailando al ritmo de David Bowie, Duran Duran y The Smiths. Sale al set vestida simplemente con un abrigo de piel blanco con manchas negras, el pelo rubio platino con rulos en la frente, las cejas más perfectas que he visto en la historia, unos labios color rojo intenso y el toque final para una mujer indiscutiblemente hermosa, una corona de tela roja verde y amarilla, la pongo frente a mi lente y con una simple picada de ojo y un gesto de coquetería de los labios nace la portada de I-D.

Agosto 1987

lunes, 15 de julio de 2013

Cuando la moda se volvió gato


Libro recomendado. Wild: fashion untamed (2004), escrito por Andrew Bolton, curador del Costume Institute del Metropolitan Museum of Art (NY).







martes, 9 de julio de 2013

Comienzas a jugar en el césped


Por Tatiana Tascón


Un día te despiertas y te das cuenta que dejaron de gustarte los hombres. No soñaste con ninguno ni te emocionas con el recuerdo del último con el que estuviste. Escarbas tu mente, tratas de volver a sentir ese placer de cuando les tocabas el cuerpo, el pelo, te deleitabas con su olor, pero con indiferencia compruebas que por alguna extraña razón ya no te producen nada.

Pero no te asustes, no me malinterpretes, resulta que tampoco te gustan las mujeres. Para comprobarlo recuerdas a tus amigas, analizas sus caras, sus siluetas, imaginas que les das besos para saber si tu preferencia sexual cambió y la indiferencia es peor. No sientes ni placer, ni asco, no sientes nada. Si ni las mujeres ni los hombres producen algo en ti ¿entonces qué te gustará? ¿A dónde quieres llegar?

Perturbada, confundida, sales sigilosamente de tu casa por una ventana que se encuentra abierta, pegas un brinco y estás en la calle. Comienzas a caminar, tus sentidos se encuentran  aguzados, puedes oler diferentes aromas, puedes observar cosas que están muy lejos, escuchar sonidos muy sutiles y te percibes tan flexible, tan elástica. Nunca la calle te había parecido tan reconfortante. De pronto observas una paloma y en tu interior algo se desata, tus tripas claman por un bocado de comida, recuerdas aquel pie de manzana que tanto te gustaba y te sorprende que esa “rata con alas” produzca un efecto en ti. El ave toma vuelo rápidamente y tú sigues caminando sin saber a dónde vas o qué estás buscando. Tratas de hacerlo muy despacio y lejos de las personas, te asquean, les temes, sabes que no debes confiar en ellas si no hacen parte de tu “familia”.

Cuando llegas a un parque comienzas a jugar en el césped, buscando algún bicho que molestar, tratando de entretenerte. En un momento un niño trata de acercarse y te alejas. Recuerdas que aquellas criaturas tampoco son de fiar. Así que de nuevo estás caminando, internamente algo te dice que tienes un objetivo pero no lo recuerdas bien. Así que te dejas llevar. Sin saber cómo ni por qué llega el sabor de la leche. Te detienes en un esquina y lo ves a él, blanco, con sus ojos perfectamente verdes, con su actitud imponente, sus orejas firmes y mirándote fijamente. Algo en tu interior se activa, algo en tu cabeza estalla, te estremeces y entonces recuerdas todo, cada mañana es lo mismo, cada mañana sufres una especie de transición. Corres hacía él como lo haría un secuestrado tras bajarse de un helicóptero y observar en un cúmulo de gente a sus hijos ya mayores que no veía hace ocho años. Y él permanece quieto, haciéndose el indiferente, pero cuando comienzas a lamerle las orejas, a rozarle tu estómago, a hacerle todos esos ruidos estúpidos que puedes hacer enamorada, aquella delicia no aguanta más y se retuerce, cierra los ojos y te devuelve las caricias, las lamidas.

Llevabas años esperándolo, añorándolo, deseándolo y ahora por fin son felices, libres... Y así todo vuelve a tu mente, hace muchos años te enamoraste de él, tú estabas en el colegio, en ese entonces eras una niña, él en la universidad, tuvieron una relación tormentosa, loca, que incluía sexo, drogas y algo de “electro indie”, pero no terminó nada bien. Tus padres no estaban de acuerdo con que salieras con él, él se fue de la ciudad, le lavaron el cerebro, luego te borró de su vida y te botó como a un juguete viejo y dañado, y no se volvieron a ver. Pero el destino les tenía una sorpresa, algo que ninguno de los dos imaginaba, tuvieron que morir para volver a nacer. Todo te parece tan mágico, tan hermoso, aunque muy en el fondo después de dormir juntos y enfrentarte a su bipolaridad -cada vez que huyes para que no te mate por el dolor que te puede llegar a causar- maldices al que se inventó aquella frase tan cliché de: “Nos volveremos a ver en otra vida, cuando seamos gatos”. Ese desgraciado por qué no dijo cuando seamos perros, caballos u otro mamífero que no tuviera espículas, sea repudiado por la mayoría o tenga tanto cuento chino.

jueves, 27 de junio de 2013

Bocetos de editorial

María Camila Bernal






Hola, soy Viviana y soy adicta a las compras

 
Por Viviana Salcedo


Me encuentro sentada frente a mi clóset ¿mi clóset?, digo mi habitación, veo vestidos, abrigos, blusas, leggings, faldas, medias colgando de las cortinas, mi mesa de noche repleta de collares, pulseras y anillos, mi tapete parece un mar de botas, zapatillas, y tacones, nada más. Cuando cuento mi historia me provoca hablarles de cada prenda y accesorio que he adquirido en mi corta vida, y ni hablar del montón de bolsos que se acumulan bajo mi cama, y para las compradoras compulsivas como yo, no se preocupen, que nada está acumulándose de polvo por no ser usado.

Ayyy… desearía vivir en un mundo donde todo esté construido de ropa, como la casa de Hansel y Gretel hecha de dulce, me imagino su felicidad, así sería yo, pero es un cuento de hadas, no creo que ese sea mi destino, no hay forma de tirar la “bruja” al horno, pero hablemos mejor de la ropa como mi “bruja preferida”, o también la podemos comparar con ese novio que todas amamos pero que no nos conviene, es como una fuerza, algo nos impide dejarlo.

En fin, como les decía, sentada frente a mi clóset-habitación, ok, les confieso, mi clóset-apartamento, si vienen a visitarme, prepárense para que les sirva un cóctel de corset o unos huevos strapless. Me pongo a pensar en qué momento empezó todo esto, en qué momento perdí el control de mi vida, pero no le veamos el lado negativo a todo, como dice todo el mundo, o más bien, como dice Shakira porque es la única persona que he escuchado decir eso de verdad, después de la tormenta sale el sol, gracias a mi adicción y a mi recuperación en proceso puedo decir que es el momento y la forma en que me conocí, cuando supe quién era Viviana realmente y para dónde voy.

El momento en que mi mamá corta uno de los cordones umbilicales y dice Ve y escoges tú qué ponerte, vamos a llegar tarde a casa de tu abuela, no tengo tiempo para vestirte, ese momento decisivo desencadenó algo en mí, hasta la escogencia de mi profesión.

Cada año de vida que iba pasando era acumulación de causas para mi adicción, mis adorables pescadores de Offcorss, la encantadora y parisina decoración de Naf Naf, los sacos de Abril. El otro gran momento que marcó mi amor por la “bruja” fue mi viaje de quince, recorrer Europa sola con la capacidad de administrar mis propios euros y libras. Sí Estados Unidos es el paraíso del consumo, Europa no se queda atrás, cada país al que fui quedó con una buena cantidad de billetes con mis huellas. Zara, Bershka, y Stradivarius en cada esquina y encima de todo pago la cuarta parte por cada cosa de lo que pago acá. ¡Ah, y  también tengo a Mango y H&M! Definitivamente este continente es mi perdición, mi paraíso terrenal de las compras, qué contradicción ¿no? Desde ahí todo comenzó como una espiral, pero como les digo de para abajo y de para arriba, porque todo lo malo y lo bueno siempre viene con felicidades, especialmente en una adicción.

Entro a la tienda, empieza el sentimiento, una sensación de adrenalina, de plenitud, la sensación que cura todos los males, luego paso a mirar cada prenda, a escoger y resulto cargando un bulto que supera mi peso, debo ir siempre acompañada de mi mamá, ella es la única que aguanta mi locura, ella construye una cama prácticamente con la ropa que elegí a esperar mientras yo me pruebo todo en el vestier, empieza nuevamente la sensación, ésta es aún más fuerte, aún más inexplicable, cada prenda es un día nuevo para mí, una situación distinta, me veo haciendo diferentes cosas como si estuviera personificando muchas mujeres pero siempre siendo la misma, y llega el momento final, la fila para pagar en estas tiendas es eterna, y llegando a la caja se cruzan en mi vida los accesorios ¡Peor aún! todos los collares y bolsos me encantan, y llega el éxtasis final, no necesito desmenuzar la sensación, sólo piensen en el mejor orgasmo de su vida, eso siento yo cuando salgo con mis bolsas de una tienda.

Y finalmente, lo que faltaba, llega mi  karma a morderme, descubro las compras online, mi “mejor novio”, Topshop, cada detalle de las tallas, descripción de materiales, medidas, ¿pueden creer? ¡Hasta lupa tengo para ver cada prenda! Hasta canastico tengo para simular que cargo mi ropa, pobre canasto, mejor debería llamarlo el Hummer, ha estado lleno con más de cien prendas. Y el único problema es que la tienda es en Londres, pero todo problema tiene solución, mi hermana vive en el paraíso de las “brujas”, ella será la amable responsable del pago y de traérmelo; quién iba a pensar que la recursiva herramienta de la tecnología y la comunicación contribuirían a mi adicción.

Pero llegó el momento decisivo, la hora de separar el sexo y la ropa, debo definir mi vida, no puedo seguir así, no mantengo relaciones estables, porque los hombres son unos orgullosos que se ofenden porque los comparo con ropa, porque digo que el mejor sexo que he tenido es el que me brinda el intercambiar dinero por ropa, mi marranito está quebrado literalmente y mi trabajo pende de un hilo, cada look que veo en las editoriales de moda quieren tener un lugar en mi clóset-apartamento.

Me pongo a comparar y pienso en mi familia y la ropa, son como los niveles de consumo del éxtasis, están presentes en los picos, en los medios y en los bajos. Cuando está latente y cuando estalla; tal cual sucede con ambas, me acompañan en mis crisis y en los momentos de relax.

Pero ya sólo queda mi familia, porque con mi forma de comprar, como les dije, el marranito se quebró, y la temporada de quema de brujas debe empezar, es hora de parar, mis papás y mis hermanos son los únicos que han estado conmigo en cada paso de mi vida, los únicos que pueden decirme "necesitas ayuda", por los únicos que digo, "sí, tienen toda la razón". Y por eso me encuentro aquí con ustedes, en esta sala compartiendo las mismas adicciones y vivencias, diciendo “Hola soy Viviana, y soy adicta a las compras”.


 Por Vamessa Conde