miércoles, 24 de septiembre de 2014

Delicatessen




Prologo realizado por Fátima Vélez para el portafolio final de Maria Fernanda Pinto, donde la carne, las búsquedas, y los diamantes en bruto se hacen visibles.

María Fernanda Pinto, debo confesar, durante mucho tiempo me causó terror. Qué fuerte puede sonar esto para inaugurar un portafolio de una estudiante que me pidió que escribiera su prólogo, pero, no podría empezar de otra manera (o tal vez sí podría, pero cómo vamos a saberlo) teniendo en cuenta el tema alrededor del cual gira su portafolio: la sangre, la carne, los miembros colgados de las carnicerías, el hielo teñido de rojo, el olor a muerte congelada, lista para ser devorada por los hombres. Este es el escenario y la atmósfera que María Fernanda nos presenta, para dejarnos esa sensación de que incluso en lo que creemos más apartado, sucio, bajo, elemental, está la moda, y esto nos da una lección sobre cómo la moda no habita sólo las pasarelas y las revistas especializadas, -esos son más bien lugares comunes-, sino que la moda (hacer moda, pensar moda, reflexionar sobre  moda), al igual que el buen arte, implica buscar donde otros no han buscado. 

No creo que la elección de la estudiante de buscar inspiración en la carne haya sido gratuita y arbitraria, que, buscando en los lugares menos comunes, haya descubierto la carnicería como lugar de exploración de la moda. María Fernanda no es la primera en ver en la carne proteína creativa, pero ella tampoco pretende serlo, ella sabe que nadie crea nada, que todo es un remix de algo más (http://everythingisaremix.info), y que la moda no es la excepción; ella sabe que la moda se alimenta de la moda, pero también de otras disciplinas. Cuando uno le pregunta a María por qué la carne, ella devela sin titubear que esto tiene que ver con su película favorita, la francesa Delicatessen (1991) de Jean-Pierre Jeunet and Marc Caro, en la que, debido a la escasez post apocalíptica de un pueblo en específico (suponemos que en Francia porque hablan francés con acento de Francia y no de Argelia, ni de Canadá) el dueño de una carnicería atrae inquilinos al edificio en el que vive para matarlos y vender su carne. Esta película también me lleva a recordar el cuento del escritor cubano Virgilio Piñera llamado “Carne”, en el que un pueblo se queda sin carne y los habitantes empiezan a comerse a sí mismos, desde sus nalgas hasta el pulgar y así, no sólo se extingue la carne en el pueblo, sino también su gente. No está de más traer a colación el traje que causó náuseas en más de un espíritu vegetariano, el de Lady Gaga para los premios MTV del 2010, diseñado por el argentino Frank Fernández. 

Dije al principio de este prólogo, irresponsablemente, que María Fernanda Pinto me daba terror, y no quiero terminar este escrito sin aclarar mi afirmación. Con “terror” me refiero a que me generaba una conmoción que tenía que ver con el poder que ella tiene (no sabemos si consciente o no) de hacer que uno pierda seguridad y se pregunte si está en el lugar correcto, y que, por lo menos a mí, más de una vez me hizo cuestionarme sobre mi posición como profesora. Una actitud rebelde y al mismo tiempo crítica que lograba descomponer; había que hacer uso de técnicas de respiración y de una fuerza interior suprema para tratar de disimularlo.  
Pero esto fue al principio, muy al principio, porque después la historia de terror se convirtió en cuento de hadas, en que las princesas visten trajes de carne y son quienes deciden si se dejan o no devorar por los príncipes. Este giro dramático, el cambio del terror a la comprensión, sucedió una vez en que María Fernanda olvidó cerrar su ventana y pude observar su talento. Bueno, no lo llamemos talento todavía, quiero decir que pude observar su sensibilidad, su delicatesen, y me di cuenta de que su agudeza y su rebeldía, combinadas con esa profunda sensibilidad que me hace pensar en un caleidoscopio, podían ser herramientas que armaban un buen equipo y que de ahí podría surgir un gran talento. 
Y no me equivoqué. Cuando descubrí este diamante en bruto, María Fernanda y yo logramos entendernos y yo entendí una parte esencial de su universo. De la noche a la mañana sus textos pasaron de ser ingenuos, de tener una redacción enredada y confusa, a expresar ideas complejas con un manejo de recursos creativos, ironía, sentido del humor, juego de narradores, que aún hoy no dejan de sorprenderme, y que le auguran un buen futuro si decidiera internarse por el camino de la escritura creativa de moda; un camino virgen y fértil que María Fernanda ha expresado varias veces que le gustaría continuar y en el que, estoy segura, sembrará semillas y recogerá frutos. Lean los artículos y sean ustedes quienes juzguen.