jueves, 27 de junio de 2013

Bocetos de editorial

María Camila Bernal






Hola, soy Viviana y soy adicta a las compras

 
Por Viviana Salcedo


Me encuentro sentada frente a mi clóset ¿mi clóset?, digo mi habitación, veo vestidos, abrigos, blusas, leggings, faldas, medias colgando de las cortinas, mi mesa de noche repleta de collares, pulseras y anillos, mi tapete parece un mar de botas, zapatillas, y tacones, nada más. Cuando cuento mi historia me provoca hablarles de cada prenda y accesorio que he adquirido en mi corta vida, y ni hablar del montón de bolsos que se acumulan bajo mi cama, y para las compradoras compulsivas como yo, no se preocupen, que nada está acumulándose de polvo por no ser usado.

Ayyy… desearía vivir en un mundo donde todo esté construido de ropa, como la casa de Hansel y Gretel hecha de dulce, me imagino su felicidad, así sería yo, pero es un cuento de hadas, no creo que ese sea mi destino, no hay forma de tirar la “bruja” al horno, pero hablemos mejor de la ropa como mi “bruja preferida”, o también la podemos comparar con ese novio que todas amamos pero que no nos conviene, es como una fuerza, algo nos impide dejarlo.

En fin, como les decía, sentada frente a mi clóset-habitación, ok, les confieso, mi clóset-apartamento, si vienen a visitarme, prepárense para que les sirva un cóctel de corset o unos huevos strapless. Me pongo a pensar en qué momento empezó todo esto, en qué momento perdí el control de mi vida, pero no le veamos el lado negativo a todo, como dice todo el mundo, o más bien, como dice Shakira porque es la única persona que he escuchado decir eso de verdad, después de la tormenta sale el sol, gracias a mi adicción y a mi recuperación en proceso puedo decir que es el momento y la forma en que me conocí, cuando supe quién era Viviana realmente y para dónde voy.

El momento en que mi mamá corta uno de los cordones umbilicales y dice Ve y escoges tú qué ponerte, vamos a llegar tarde a casa de tu abuela, no tengo tiempo para vestirte, ese momento decisivo desencadenó algo en mí, hasta la escogencia de mi profesión.

Cada año de vida que iba pasando era acumulación de causas para mi adicción, mis adorables pescadores de Offcorss, la encantadora y parisina decoración de Naf Naf, los sacos de Abril. El otro gran momento que marcó mi amor por la “bruja” fue mi viaje de quince, recorrer Europa sola con la capacidad de administrar mis propios euros y libras. Sí Estados Unidos es el paraíso del consumo, Europa no se queda atrás, cada país al que fui quedó con una buena cantidad de billetes con mis huellas. Zara, Bershka, y Stradivarius en cada esquina y encima de todo pago la cuarta parte por cada cosa de lo que pago acá. ¡Ah, y  también tengo a Mango y H&M! Definitivamente este continente es mi perdición, mi paraíso terrenal de las compras, qué contradicción ¿no? Desde ahí todo comenzó como una espiral, pero como les digo de para abajo y de para arriba, porque todo lo malo y lo bueno siempre viene con felicidades, especialmente en una adicción.

Entro a la tienda, empieza el sentimiento, una sensación de adrenalina, de plenitud, la sensación que cura todos los males, luego paso a mirar cada prenda, a escoger y resulto cargando un bulto que supera mi peso, debo ir siempre acompañada de mi mamá, ella es la única que aguanta mi locura, ella construye una cama prácticamente con la ropa que elegí a esperar mientras yo me pruebo todo en el vestier, empieza nuevamente la sensación, ésta es aún más fuerte, aún más inexplicable, cada prenda es un día nuevo para mí, una situación distinta, me veo haciendo diferentes cosas como si estuviera personificando muchas mujeres pero siempre siendo la misma, y llega el momento final, la fila para pagar en estas tiendas es eterna, y llegando a la caja se cruzan en mi vida los accesorios ¡Peor aún! todos los collares y bolsos me encantan, y llega el éxtasis final, no necesito desmenuzar la sensación, sólo piensen en el mejor orgasmo de su vida, eso siento yo cuando salgo con mis bolsas de una tienda.

Y finalmente, lo que faltaba, llega mi  karma a morderme, descubro las compras online, mi “mejor novio”, Topshop, cada detalle de las tallas, descripción de materiales, medidas, ¿pueden creer? ¡Hasta lupa tengo para ver cada prenda! Hasta canastico tengo para simular que cargo mi ropa, pobre canasto, mejor debería llamarlo el Hummer, ha estado lleno con más de cien prendas. Y el único problema es que la tienda es en Londres, pero todo problema tiene solución, mi hermana vive en el paraíso de las “brujas”, ella será la amable responsable del pago y de traérmelo; quién iba a pensar que la recursiva herramienta de la tecnología y la comunicación contribuirían a mi adicción.

Pero llegó el momento decisivo, la hora de separar el sexo y la ropa, debo definir mi vida, no puedo seguir así, no mantengo relaciones estables, porque los hombres son unos orgullosos que se ofenden porque los comparo con ropa, porque digo que el mejor sexo que he tenido es el que me brinda el intercambiar dinero por ropa, mi marranito está quebrado literalmente y mi trabajo pende de un hilo, cada look que veo en las editoriales de moda quieren tener un lugar en mi clóset-apartamento.

Me pongo a comparar y pienso en mi familia y la ropa, son como los niveles de consumo del éxtasis, están presentes en los picos, en los medios y en los bajos. Cuando está latente y cuando estalla; tal cual sucede con ambas, me acompañan en mis crisis y en los momentos de relax.

Pero ya sólo queda mi familia, porque con mi forma de comprar, como les dije, el marranito se quebró, y la temporada de quema de brujas debe empezar, es hora de parar, mis papás y mis hermanos son los únicos que han estado conmigo en cada paso de mi vida, los únicos que pueden decirme "necesitas ayuda", por los únicos que digo, "sí, tienen toda la razón". Y por eso me encuentro aquí con ustedes, en esta sala compartiendo las mismas adicciones y vivencias, diciendo “Hola soy Viviana, y soy adicta a las compras”.


 Por Vamessa Conde

La mujer dentro de George


Por José Daniel Álvarez


Siempre me imagino una mujer distinta, una mujer nueva que pueda dibujar, con muchas joyas y vestidos de alta costura que lleguen hasta el piso; tocados hechos a mano y maquillaje traído desde Asia. Cuando voy a dibujarme imagino quién más hubiera podido ser de no haber sido George.
Veo todas estas estúpidas en el ballet o el teatro, que no diferencian mi arte de las imágenes que hago para sus obras, me frustra que piensen que las estoy pintando a ellas cuando en realidad siempre soy yo, con un nombre distinto y caras diferentes, todas aquellas mujeres soy yo.

Desde pequeño me imaginé saliendo a la calle con pelo negro liso hasta la cintura, como el de mi hermana Amy, nunca como el de Anna, pero de pronto sí como el de Ada; en fin, siempre quise poder tener las uñas largas y labios carmesí, y sonrisa misteriosa que atrajera a todos los que pasaran por mi lado, esas son las mujeres que ilustro, todas aquellas que sé que hubiera podido ser.

Me pasan por la cabeza imágenes de estas personalidades incógnitas todo el tiempo, me imagino en la luna, en un río, en un palacio con un príncipe vestida de las pieles más finas y masacrando con mi mirada cuanto atraído se me acerque.

Eso es lo que le encanta a mí amiga Edna, ella sabe que muy adentro soy un pavo real, que ese es el animal que exudo, y por eso le gusta mi forma de dibujar. Creo que ella es posiblemente la única persona que sabe que en todas esas portadas la modelo soy yo, y con cada una le digo a todas las mujeres que el mundo es de ellas, que no desperdicien su feminidad por que se pueden salir con la suya, en cambio yo, por el otro lado, no puedo.

Todas mis mujeres son extraterrestres, siempre están en un lugar de ensueño, cosa por la que me preguntan mucho. La respuesta es de lo más simple, no hay lugar para alguien como yo en este mundo.





George W. Plank