Por José Daniel Álvarez
Siempre me imagino una mujer distinta, una mujer nueva que pueda dibujar, con muchas joyas y vestidos de alta costura que lleguen hasta el piso; tocados hechos a mano y maquillaje traído desde Asia. Cuando voy a dibujarme imagino quién más hubiera podido ser de no haber sido George.
Veo todas estas estúpidas en el ballet o el teatro, que no diferencian mi arte de las imágenes que hago para sus obras, me frustra que piensen que las estoy pintando a ellas cuando en realidad siempre soy yo, con un nombre distinto y caras diferentes, todas aquellas mujeres soy yo.
Desde pequeño me imaginé saliendo a la calle con pelo negro liso hasta la cintura, como el de mi hermana Amy, nunca como el de Anna, pero de pronto sí como el de Ada; en fin, siempre quise poder tener las uñas largas y labios carmesí, y sonrisa misteriosa que atrajera a todos los que pasaran por mi lado, esas son las mujeres que ilustro, todas aquellas que sé que hubiera podido ser.
Me pasan por la cabeza imágenes de estas personalidades incógnitas todo el tiempo, me imagino en la luna, en un río, en un palacio con un príncipe vestida de las pieles más finas y masacrando con mi mirada cuanto atraído se me acerque.
Eso es lo que le encanta a mí amiga Edna, ella sabe que muy adentro soy un pavo real, que ese es el animal que exudo, y por eso le gusta mi forma de dibujar. Creo que ella es posiblemente la única persona que sabe que en todas esas portadas la modelo soy yo, y con cada una le digo a todas las mujeres que el mundo es de ellas, que no desperdicien su feminidad por que se pueden salir con la suya, en cambio yo, por el otro lado, no puedo.
Todas mis mujeres son extraterrestres, siempre están en un lugar de ensueño, cosa por la que me preguntan mucho. La respuesta es de lo más simple, no hay lugar para alguien como yo en este mundo.
George W. Plank
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