jueves, 14 de noviembre de 2013

Aventura Japonesa… A 200 Km/h


Por Mariana Botero

En este instante me resulta difícil creer que estoy viajando desde Kyoto hacia Tokyo a 200 Kilómetros por hora para una editorial, cuando hace poco tiempo era apenas una joven de 23 años a la que Diana le decía “Veruschka, vas a oír de mí”. Quien creería que hoy estaría acá, después de que Vreeland, siendo una mujer tan crítica, me hubiera escogido para este proyecto. Es cierto que Diana critica todo, por ejemplo, no le gustan las cosas asimétricas, no le gusta el pelo partido de lado, siempre tiene que ser partido por la mitad, lo mismo pasa con la ropa. Y otra cosa, siempre tiene que hacer la observación, “Veruschka, no mires hacia el espacio, tienes que parecer feliz ahora”. A pesar de las diferencias, me alegra saber que Diana todavía me tiene en cuenta para trabajar en la revista Vogue, cuando modelos tan exitosas como Claudine Buchanan, Lauren Hutton y Twiggy han posado para sus páginas.  
Diana es una persona con la que siempre he tenido conflictos, creo que se debe a que las dos pensamos igual y queremos tener el control sobre todo, una especie de competencia. Al final ella siempre tiene la razón ¿Por qué? Porque ella es la editora y yo solo soy su modelo, la que según ella “hace fotos increíbles para la revista”.
Llegamos a Yuzawa, el lugar donde esta aventura finalmente tendrá forma, no es momento de criticar la manera de trabajar de Diana Vreeland, porque lo que ella sí ha hecho es apoyarnos y estar ahí para mí y para las demás modelos. Si no fuera por ella no estaría parada hoy aquí frente al viento frío que llega desde Manchuria, en la nieve, en esta sesión de fotos a la que Diana ha querido llamar “La Gran Caravana de Pieles”. Todo este proyecto que surge con la idea de Diana de incluir en la revista contenido más global, y estoy completamente segura de que esta editorial será todo un éxito, pues nunca antes se ha visto que una sesión de fotos se haga en otro país, una idea que admiro de Vreeland.
Empieza la sesión de fotos y todo es increíble, el sitio, la nieve y la altura de este hombre que se encuentra parado al lado mío… sí, este japonés que parece medir dos metros y que no cabe ni en los zapatos que fueron escogidos especialmente para él. Lo cierto es que ambos hacemos parte de un romance que Diana inventó,  en el que yo me enamoro de él, el hombre japonés, algo que me resulta interesante.
Parece que fue ayer cuando Diana le decía a su asistente, “Va a ser una caravana de pieles, necesitamos tener pieles hechas para Veruschka”, todo se me hacía tan irreal y lejano y ahora todo está sucediendo. Pero hoy, aquí parada en la nieve que me llega hasta los tobillos, vestida con una capa de pelo de lobo que se extiende hasta mis rodillas, unas botas, un silenciador y unas manoplas cumplo mi sueño de hacer parte de este proyecto tan grande en el que la señora Vreeland me incluyó. Diana hubiera podido escoger a alguna de las otras modelos: a Lauren Hutton, con su ideal de belleza americana, o a Twiggy ,con su pixie cut y sus hermosos ojos. Pero no, me escogió a mí y eso me hace sentir orgullosa. Todo resulta bien, en mi opinión la sesión está impecable, sólo me queda satisfacción por el trabajo que acabo de cumplir.
De esta aventura sólo puedo reafirmar que la señora Vreeland tiene un sentido diferente de lo que son los sesentas y es muy apegada a su visión, quiere tener la primera mirada sobre todo y su estilo es conocido por ver las cosas de manera diferente y tener el control. Esta es la primera vez que las modelos nos volvemos personalidades, un tiempo de grandes metas, de reinventarse… así como lo hacemos día tras día durante este camino, con la ayuda de la editora de la revista Vogue, Diana Vreeland.











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