El gran salto, Vaslav
Nijinsky
Por Eduard Peña
Cualquiera que esté interesado en el baile o allá incursionado un
poco en este tema, entiende lo importante de una buena postura y lo riguroso de
las posiciones para lograrla, tal vez muchos habrán experimentado la primera,
la tercera y la quinta posición o la segunda y la cuarta, una y otra vez hasta
quedar rígidos como porcelanas, para demostrar que el ballet y sus posiciones
han sido claves para la danza moderna al igual que personajes como Vaslav
Nijisnky.
Tuve la oportunidad de asistir a algunas clase con Nijisnky. En la
primera clase empezó contándonos su trayectoria, escuchamos como todo empezó
con la influencia de sus padres que también eran bailarines y como creció
bailando con sus hermanos durante las giras de la compañía. Luego de esa breve
introducción los estiramientos empezaron y mientras algunos luchábamos por
tocarnos la punta de los pies nos recordaba que él no tuvo esos inconvenientes
y que desde pequeño fue considerado una gran figura, tal vez el dolor que sentíamos
se comparaba con el que él sintió al ver cómo su padre lo abandonó cuando él era un niño. Se terminó el calentamiento y, sin hacerse esperar, todas
las posiciones de la primera a la quinta empezaron a transformar nuestros
cuerpos soltándose luego de cada repetición, fue tiempo para un descanso en
donde, maravillados por la presencia de este gran personaje, ninguno aprovechó para tomar aire o un poco de agua, sino para escuchar más sobre su vida.
Sin necesidad de
pedírselo, Nijinsky empezó a contarnos cómo debutó en el Teatro Maryinsky con el ballet La
Source y que en poco tiempo participó en algunos montajes de ballet antes de
ser el bailarín principal y hasta coreógrafo para la compañía de Diaghilev, donde interpretó desde Las sílfides hasta El lago de los cisnes. Luego de una
pausa con una mirada extraña terminó el descanso y con un chasquido los
arabesque fueron el reto durante el resto de la clase. Terminó la clase
con un simple “practiquen y nos vemos mañana”. Al salir, los
comentarios no se hicieron esperar y esa mirada de Nijisnky que nos dejó
inquietos desató el rumor de que no había continuado con su historia porque
luego de eso lo habían despedido y que había sido por exhibicionismo durante
una presentación, aunque por otra parte, se escuchó que había sido por un
desacuerdo de vestuario, algo que la verdad él nunca nos contó ni nos atrevimos
a preguntar.
Empezamos a intentarlo,
jumm.. el gran ballon y mientras llegaba mi turno pensaba en cuántos dientes
iba a perder al estrellarme contra el piso, rápidamente empezaron los saltos y
aunque sin caídas Nijisnky no estuvo complacido, sin ninguna palabra ni
recomendación terminó la clase. El silencio fue unánime y no quedó más que
esperar a la siguiente clase.
Al día siguiente llegamos a la clase pero Nijisnky nunca apareció,
un par de días después nos confirmaron que no tendríamos más clases con él,
problemas con su esposa no le permitían continuar dictando las clases. Debido a
que lo que ganaba dictándonos las
clases no era suficiente. Unos años después me enteré de que tuvo inconvenientes
serios por la guerra y que por algunos trastornos mentales, al parecer
esquizofrenia, vivió un tiempo en un sanatorio donde terminó su carrera.
De él respeto su capacidad para crear coreografías extraordinarias y
su espíritu libre con el cual desafió las posturas de la danza clásica al
romper las reglas, al cambiar la pose de los brazos, las piernas e incluso esa
precisión entre los hombros y la cadera o el terminar en punta los pies. Él nos
dejó las bases para la danza moderna y contemporánea. Agradezco el tiempo que
pude compartir con él y esa pasión que me transmitió para seguir bailando y
perfeccionando cada movimiento.
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