domingo, 19 de octubre de 2014

Prólogo Diana Cooper


Por Carolina Torres

Mi nombre es Lady Diana Cooper y quiero escribir este libro para contarle al mundo mi vida como parte de la alta sociedad europea. Debe parecer que todo es perfecto pero no es así, perdí a varios compañeros en la Primera Guerra Mundial y solo me queda aprovechar el momento, ya que gracias a esas pérdidas aprendí que en cualquier instante se puede acabar todo. Pero hoy no quiero hablar de esas cosas malas que ocurrieron, creo que de la guerra ya se ha escrito mucho y no es necesario que yo lo haga. Quiero escribir acerca de algo que me motivó y me hizo sentir con vida otra vez: la revista Vogue. Cuando todo parecía oscuro, era la única revista que lograba animarme y entretenerme por horas. 

Mis dos editoras favoritas fueron Alison Settle y Elizabeth Penrose, quienes empezaron a hacer grandes cambios en la revista. Me gustaba como Settle mostraba lo que ocurría en la moda sin tener que exponer ninguna prenda en la portada. En mi opinión, aquellas ilustraciones que escogía eran perfectas ya que mostraban los cambios y la fuerza que estaba tomando la mujer, sin necesidad de dejar a un lado la delicadeza y su feminidad.  Sus portadas mostraban a una mujer libre que acomodaba la moda a su gusto, y creo que me sentí identificada con muchas de ellas cuando las veía, pues me parecían mujeres divertidas que querían ser libres y para lograrlo tenían que ser líderes. Me sentía así porque fui de las pocas sobrevivientes de la guerra y logré seguir con mi vida adelante. 

Por otro lado, Elizabeth Penrose fue quien cumplió uno de mis sueños, aparecer en la portada de Vogue. Fue ella quien ayudó a introducir las fotografías y dejar a un lado las ilustraciones. Una de mis portadas favoritas fue hecha por ella, era una en la que la modelo se veía con pocas prendas y subía una escalera. Era una imagen en la edición de verano de la revista y ya se podían ver los cambios en la moda, por ejemplo los trajes de baño. Pero lo que más me gustaba era toda la feminidad que se veía junto con la fuerza que tenía la mujer. Al estar subiendo la escalera me pareció que era una representación de todas nosotras en esa época, cuando nos alejamos de la sombra del hombre y pudimos resaltar por nosotras mismas. 

Mi portada salió en 1937 tan solo un par de años antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue una fotografía tomada por Cecil Beaton en la cual salgo sosteniendo unas ramas de un árbol. También es una de mis favoritas, y no solo porque salga yo, sino porque me gusta esa unión de una mujer delicada con las ramas secas de un árbol. Creo que igual que siempre intenté buscarle una representación, y para mi representaba esa tragedia a la que nos acercábamos, pues por un lado estaba yo mostrando a todas las mujeres que habíamos logrado salir adelante y por otro estaban las ramas secas interrumpiendo mi camino. Pero claro que en ese entonces nadie sabía que esas ramas representarían una de las mas grandes tragedias de nuestra historia. 


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