miércoles, 15 de octubre de 2014

Una historia que contar



Por Ana María Jaramillo
Cierras tus ojos, respiras profundo. 
Llegas corriendo. Se te hizo tarde. Esta mañana no funcionó el despertador, razón por la cual tienes los crespos que no querías. No pudiste ponerte los tacones que esperabas, pues caminar con ellos requiere su gracia y su tiempo, nada de eso iba a ser posible. 
Abres la puerta, te alegras de que nadie haya visto tu retardo de media hora. Te sientes como una niña ocultando una pilatuna a sus padres. Sin embargo, te volteas, y en tu escritorio estaba él. Buscas arreglar tu ropa para no verte como un espantapájaros, retocas tu cabello pero no hay nada que hacer, el viento te ha jugado una mala pasada. 
“Tranquila, el que no ha llegado tarde a trabajar, realmente no ha trabajado. Es bueno tener una historia que contar. Llegar tarde el primer día de trabajo nunca ha matado a nadie”. 
Sonríes. Lo ves tan tranquilo. Era él, el gran magnate del mundo editorial, el señor Turner, y estaba sentado en frente tuyo, en tu escritorio. No sabes que responder, lo único que se te ocurre en ese momento es pedir perdón y excusarte, claro, sin mencionar que la culpa la tiene tu pequeño despertador, que justo hoy decidió salir de vacaciones. 
Estas tan preocupada con tu apariencia que casi ni logras escuchar lo que dice. Te das cuenta que lleva hablando un rato por la forma como gesticula y se expresa. Sólo alcanzas a percatarte que dice, “bueno, sólo quería saludarla personalmente, me han dado buenas referencias de usted, señorita Chase. Espero que disfrute trabajar aquí en Vogue”.
Algo de esa aura te llena de alegría, que mejor recibimiento. Claro, te hubiese gustado estar más presentable para la ocasión. Miras a tu alrededor. Ves una pila interminable de cartas y cajas que esperan ser organizadas y entregadas. Por lo visto, el correo en este lugar no es para nada sencillo. Claro, ni más faltaba, no por nada es una de las revistas de moda que todos quieren leer, y de seguro comentar. 
Transcurre tu día. No paras ni un segundo. Te sientes cansada, agotada, sólo quieres llegar a tu fría cama. Piensas en el despertador. ¿Habrá decido llegar de fiesta? ¡Bagh! La culpa es tuya, tienes que levantarte un poco más temprano. No quieres ser reconocida por ser la que siempre llega tarde. ¡No! Quieres brillar. Es un buen ambiente, es un lugar ameno. Por razones que aún no logras comprender, te sientes en casa. Algo te incita a seguir, a luchar, a trabajar ahí.
Te levantas todos los días con más ansiedad. Quieres que el día no se acabe, no hay nada que disfrutes más. El correo no es sólo un simple correo, no se trata de cartas al azar y paquetes que entregar. Siempre hay una historia que contar. Piensas en ese día en que llegaron las rosas para la señora Clever. No tenían remitente. Te pareció curioso, eso no era normal. Las cartas, por su lado, tienen su forma especial de estar marcadas, así como cada paquete. Aquello era algo raro de presenciar. Quién se iba a imaginar que esas flores desatarían los cuentos de infidelidad de la tan reconocida ilustradora. Te sientes como volando en el tiempo. Te llenas de energía, te llenas de vida. La revista es todo aquello que más admiras, que más anhelas. No es más que un simple trabajo en el correo, pero para ti es un sueño, es una motivación, es tu propio lugar. 
¡Toc, toc! Tocan a la puerta. Abres los ojos, miras a tu alrededor, estás en tu oficina. Te quedaste dormida. El tiempo ha transcurrido, ya no eres la misma. Has recorrido un largo camino. Atrás quedaron los días del correo, hoy te espera una nueva editorial que aprobar. Hoy, tienes nuevos retos que asumir, se avecina una guerra, tienes que estar preparada. 

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