jueves, 4 de junio de 2015

Un día de una mujer en el siglo XIX


Por Manuela Pulido

Me llamo Manuela y trato de concentrarme para poder escribir acerca de la concepción de la mujer a finales del siglo XIX. He estado investigando durante varios días para que no me quede en la mente sólo una parte de la información. Está siendo un poco difícil, son las 4:26 pm y escucho rutas escolares llegando a mi edificio, las turbinas de la lavadora que se repiten una y otra vez pareciese que fuera una melodía ya en mi mente, los fogones de la estufa y la comida en las ollas hirviendo, ladridos de perros, la aspiradora del apartamento de al lado, la podadora de afuera. Pero por fin me puedo concentrar…

No sabía mucho de esta época, de hecho diría que no sabía nada, tras leer e investigar fue muy triste pensar y tratar de sentir todo lo que estas mujeres tuvieron que vivir. Sin embargo, tuve la fortuna de que la bisabuela de mi mejor amiga conoció a Concepción Arenal, si es un nombre. Ella era de España y fue una de las mujeres que lideró toda una revolución. Concepción, sí que tenía un gran valor para revelarse contra todo, pero ¿qué era todo esto?

Empezando porque nosotras las mujeres, estábamos vetadas a la educación, quizás eso muchos ya lo sabían, pero tener que vestirse de hombre para poder ir a estudiar o no poder tener la libertad para escoger lo que quisieras estudiar  ¿era justo? La mujer, sólo por su género, era como si hubiera tenido una maldición, sí, la maldición de la función reproductora. Por eso la mujer era vista como un ser inferior e incompleto. Era como estar metida en un infierno donde  se vivía físicamente pero no vivías moralmente. 
No se sabía si estar casada era un alivio o era como si vieras una luz pero se fuese tornando oscura poco a poco, ¿por qué? porque no disponías de ninguna libertad. Tu esposo tenía todo el poder de ti, si tenías la oportunidad de poder trabajar, el autorizaba en donde y todo el salario que ganabas  disponía de él, la mujer no tenía la capacidad para manejar dinero.

No podía hablar con nadie acerca de política ni religión, sus únicos temas de conversación, eran sobre tejiendo y bordado. No tenían derecho al voto, las mujeres éramos seres humanos marginados, que nunca respetaron, valoraron y educaron. Ser mujer era una maldición, una enfermedad, sin igualdad  de derechos. Desde la infancia eran preparadas solamente para conocer a un buen marido y siempre iba a estar dependiendo de alguien, un sistema autoritario con ideas tradicionales del que nunca se podía cuestionar ni revelar.

“El código penal establecía que si el marido asesinaba o agredía a la esposa adúltera o al amante de ésta, al ser sorprendidos, sólo sería castigado con el destierro durante un corto espacio de tiempo. En la misma situación, las penas impuestas a la mujer eran mucho más severas: al ser considerado parricidio el asesinato del marido, la sentencia era siempre prisión perpetua.”1

Ella, Concepción estudió Derecho pasándose por hombre y al terminar empezó a crear organizaciones benéficas para los pobres y a luchar por las mujeres. Finalmente, después de luchar tantos años empezó a unir a todas las mujeres en movimientos humanitarios  y se desarrollaron pequeños grupos de alfabetización en la iglesia  donde promovían la lectura y las interpretaciones de los textos sagrados, poco a poco se empezó a dar esta gran lucha mundial y gracias a todas estas mujeres que en cada país con gran valor lucharon por nuestra liberación se llegó a la concepción que hoy en día tenemos.



1. NASH, Mary y TAVERA, Susana, Experiencias desiguales: conflictos sociales y respuestas colectivas, Madrid, 1995Ed. Síntesis
Imagen: Larry Hart/ Marzo 2013 gremsdoolittlelibrary

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