Por Nicolas Silva
Mr sinverguenza.co
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Fascinarse casi involuntariamente con los gestos, los rostros impasibles o las miradas fijas de los retratos de cualquier museo que he visitado es un hábito prácticamente ineludible.
Ya sean colecciones de pintura clásica o exposiciones de fotógrafos contemporáneos, siempre he tenido una fuerte atracción por poder contemplar, como si de una extensión mía se tratara, a quien me contemple a través de un retrato. Admirarlo sin ninguna prisa y al mismo tiempo ser su sujeto indefinido de admiración.
Mucho han escrito los historiadores y críticos del arte sobre las atribuciones de las actitudes de quienes habitan estos retratos y la retahíla de la alienación del cuerpo como objeto de deseo por parte del sistema publicitario es de amplio conocimiento público. Pero, ¿quiénes conocen realmente las intenciones y sentimientos de quienes han estado tras un lienzo o un lente con el propósito de ser duplicados, capturados y eternizados?
¿En los casos de las grandes obras se trata de una decisión voluntaria y un deseo personal del individuo o el modelo es simplemente otra pieza de un ajedrez que responde al capricho y la trama de algo mucho más grande?
Con el propósito de experimentar la sensación de posar para un retrato me acerqué a Oscar Perfer, fotógrafo colombiano de intrigante propuesta y creador de personajes difíciles de ubicar en una concepción lineal del tiempo.
El resultado es este cálido diálogo perceptible en cada una de las tomas que componen la serie, materializada en torno a una idea tan vigente como arcaica puede ser la masculinidad, su belleza y la percepción que tenemos de la misma.
La conversación que sostuvieron nuestros ojos a través de su lente inició mucho antes de encontrarme en el estudio con el torso desnudo cubierto por una piel y una camisa de boleros. Inició de manera tácita, con la convergencia de las ideas que cada uno tenía inicialmente del resultado, se alimentó con la construcción conjunta del styling y se encendió con la admiración compartida por los maestros del pasado.
Las miradas delatan, es algo que no se puede evitar, intentar tergiversarlas o jugar con ellas es casi imposible, así como evitar el reflejo involuntario de su mecanismo, sin embargo, con la suficiente autoconciencia del modelo y la guía de un observador perspicaz, con el don de obturar en el momento indicado, se puede atrapar la sutileza de suspirar con las pestañas.
Vistazos de reojo, de esos en los que la nariz interfiere en el primer plano, como el de la de La Gioconda, ojeadas titubeantes, impregnadas de dudas que nadie puede resolver como la de la icónica obra de Vermeer y esas levantadas de ojos al cielo cargadas de dramatismo tan Caravaggiescas nos tocan tanto porque son reflejos de nuestras mismas expresiones y dentro de la artificiosidad de la composición de un lienzo o de un estudio fotográfico no pueden ser más naturales.
Satisfacer el deseo de ser representados implica un intercambio elevado, en el que entre mayor sea la sinceridad e intimidad con que miremos al retratista, mayor realidad, humanidad y vida nos dará de vuelta la mirada del retrato.
Para ver la serie completa les comparto el link del portafolio de Oscar Perfer , así conocen más de su impresionante trabajo y tienen un #RecomendadoSinverguenza para seguir.
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