lunes, 14 de abril de 2014

¿Quiénes eran?


Por: Laura Ramírez















Se presentan vestidas cada una con una falta hippie y una camiseta infantil, el pelo recogido con dos horquillas que dejaba al descubierto el sin fin de aretes y pendientes que les abarrotaban los lóbulos. Parecían estar guapas sin ningún esfuerzo, desenvueltas y relajadas. Las explosiones de la pantalla se reflejan como estrellas fugaces en sus ojos oscuros, verdes y azules, y sus sonrisas de complicidad son tan cálidas que algo se me derretía en el pecho. Hay algo que no me había dado cuenta justo ahora, si bien, a Cindy, no se le carcome un pedazo de labio, al contrario, una protuberancia encima de sus carnosos y rojos labios sobresale un lunar que tanto protagonismo se lleva de su rostro. Fue solo después cuando me di cuenta de que la auténtica belleza es como una corriente que necesita una toma a tierra, y son estos pequeños defectos los que lo consiguen. La marca superior es el anzuelo, el núcleo a partir del que irradia el resto.

Linda a su vez, se da un arreglo imperceptible en el pelo, y después hace esa mueca o gesto que hacen las mujeres después de pintarse los labios, pegándolos hacia adentro de forma que desaparecen durante un segundo. Y ahora mirando a Linda, me impresiona darme cuenta de lo grandes y extravagantes que son sus ojos, aunque nunca sepa como decirle lo hermosos y raros que son, se que su belleza no es un dominio publico y si lo dijera no estoy del todo seguro de que se lo tomara como un cumplido.
Y Kate, con su pelo ensalzado, descuidado, su cadera huesuda y unas ojeras marcadas bajo una piel pálida con su ausencia de maquillaje, su pelo sucio no es lo que el mundo quería ver. Y mirándola, mientras la luz de las velas baila en su tersa piel de porcelana, me pregunto si ella habría sido otro tipo de chica que aparenta. Puedo sentir la emoción descarnada, aún indefinida, embrionaria que arde en su rostro; la puedo ver reflejada en los oscuros universos gemelos de sus ojos.

La puerta del baño se abre y nos quedamos paralizados, Naomi, como siempre con su comportamiento de diva, me dedica una sonrisa tierna, me coge del pelo,  para mirarme cara a cara. Tiene unas sutiles patas de gallo en que nunca me había fijado. Siempre ves a la gente que quieres de la manera en que son en tu cabeza pero, de vez en cuando, sin querer, consigues verlos en tiempo real, y en esa fracción de milisegundo, mientras tu cerebro centrifuga para ajustarse a la nueva realidad, hay algo dentro de ti que se desvía bruscamente.

-Nos estamos haciendo mayores le digo…

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